domingo, 17 de abril de 2011

El Nuevo Mundo (III) Toronto

Hola nuevamente,
Pues ya estamos en Toronto!! No veas la suerte que tuvimos con este hotel. Céntrico, moderno, relativamente barato, tranquilo, con la parada del autobús al aeropuerto al lado de la puerta. No podíamos pedirle más al sonriente chinito de la recepción. Además teníamos una habitación en todo lo alto con lo que además las vistas eran buenas.
Teníamos mucha hambre, así que después de dejar las maletas nos dirigimos hacia un restaurante oriental llamado Spring Rolls, donde nos comimos una suculenta cena con rollitos de mango y pollo estilo chino. Y poco mas, luego nos fuimos a la cama.
Nos despertamos también con hambre y nos fuimos a desayunar a un Johny Rocket, un restaurante cercano al hotel, donde nos desayunamos unos sándwiches de pollo y bacon con patatas fritas. El camarero nos dibujo en un plato una sonrisita con el tubo del kétchup. Mirando a la cara sonriente de kétchup mientras nos comíamos los sándwiches recién hechos con un enorme batido de chocolate y una montana de patatas fritas, me dio por pensar qué grande es América.
En fin, después de este breve pero intenso momento de felicidad alimenticio, decidimos coger un autobús turístico para ver la ciudad. Un minibús pequeñito nos recogió a la puerta de la oficina de información turística. Solamente había otra pareja más en el autobús y eran españoles, que cosas. De Madrid, para más señas.
El minibús turístico de Toronto llevaba consigo un simpático guía canadiense  que nos fue explicando cada cosa según pasábamos. Nos recomendó que no nos perdiésemos el museo del zapato de Toronto, visita obligada para el turista que no quisiera perderse los calcetines de Napoleón o las primeras botas para ir a la luna. También nos hablo del ayuntamiento o del putinée, plato típico oficial canadiense, consistente de patatas fritas, salsa de carne y queso fundido por encima, todo llevado al horno. Delicioso. Aparte de eso y según el guía, para canadizar cualquier plato solo hay que echarle queso y bacon por encima. Ejemplo: la típica tarta de manzana americana. Para hacerla canadiense le pones queso fundido encima y ya está. Además, así, aumentas el contenido en proteínas y revalorizas el valor nutricional.
Nos bajamos del minibús turístico de Toronto en Casa Loma, un castillito del siglo XIX, propiedad de un tipo raro con aires de grandeza canadiense, también del siglo XIX (y principios del XX). Se daba la circunstancia que estaban rodando una película en el castillo y había actores y demás farándula. Que conste que aun así y con todo, el castillito nos gusto mucho. Incluso fuimos por unos túneles que daban a otro castillito dos manzanas más abajo. En realidad, más que un segundo castillito, eran los establos del primer castillito.
Al salir de Casa Loma, me dio por jugar con un pequeño cono de tráfico que había a la salida. Craso error. Al poco, emergió lo que he dado en llamar la siniestra figura del guardián de los conos. Un tiparraco con malas pulgas se apresuro a gritarme que dejara el cono con el resto de ellos y no vacilo en colocarse al lado de los mismos, no sea que yo me diese al tráfico ilegal de conos. No nos dejo echar ninguna foto (nos prohibió expresamente fotografiar los conos o el cartel de Silencio se rueda que había al lado de ellos) y acto seguido fue a chivarse a uno de seguridad. Yo ya me veía cumpliendo condena por jugar con un cono de tráfico. A Dios gracias que el de seguridad no le echo muchas cuentas al guardián de los conos y en eso quedo la cosa. Así que ya sabéis todos los que leáis esta historia. Si vas a Canadá, no juegues con los conos.
En fin, cogimos de vuelta el bus turístico y nos bajamos al lado de un gran centro comercial y aquello hizo las delicias de la Isa, que se puso loca con tanta tienda y tanta oportunidad para comprar cosméticos a precio de saldo canadiense.
Desde el desayuno con cara feliz de kétchup no habíamos papeado nada, así que nos pusimos a buscar un buen restaurante y dimos con uno en otro centro comercial que estaba cercano al hotel. No me acuerdo del nombre del mismo pero sí que tenía un libro en vez de carta de menú. Tan grande era el menú de este restaurante que incluso las páginas del libraco contenían publicidad de otras cosas.
En fin, nos fuimos de nuevo a nuestro hotel y nos quedamos durmiendo viendo dibujitos. Al día siguiente nos subimos a la torre CN de Toronto y después nos bajamos. Es lo que tenia este viaje, que cuando veíamos una torre o edificio alto nos teníamos que subir. Cabe decir que la torre CN es la más alta del mundo, más que el Empire State o la torre del Salvador.
Aun nos dio tiempo de visitar el mercado de Saint Lawrence, donde vendían distintas comidas internacionales, como por ejemplo, mozzarellas italianas o jamones de Jabugo.
Eso si, antes de entrar en el mercado, paramos para comer en un Wendy's, la mejor cadena de hamburgueserias del planeta Tierra. No se si alguno de vosotros ha tenido alguna vez la oportunidad de comer una hamburguesa de forma cuadrada de las que sirven en Wendy's. Uno parece tener sentimientos cuando come una de estas hamburguesas. Al primer mordisco, sientes que quieres dejar el trabajo, casarte, tener hijos... es una experiencia extrasensorial, sin duda alguna. Acabare el apartado gastronomico de Canada, mencionando que este Wendy's se encontraba al lado de un Tim Horton's, la cadena de comida rapida mas grande y extensa de Canada, donde sirven cinco cosas fundamentale en la dieta del canadiense medio: cafes, donuts, sandwiches y dos cosas mas que no me acuerdo. No llegamos a entrar en un Tim Horton's en Canada. Lo hicimos en Nueva York, donde me tome un cafe y un donut. Sin lugar a contemplaciones, los canadienses pueden estar orgullosos de su cocina, reconocida internacionalmente.
Y poco mas, nos volvimos al hotel y de allí cogimos el bus al aeropuerto. Y aunque llegamos a tiempo, menos mal que el vuelo salió con retraso porque solo para pasar por la cola de la aduana de los EEUU, ya nos tiramos dos horas. Que stress, madre mía. Al final, pudimos coger el avión y aunque a mí me toco sentarme con un tío gordo al lado, al final llegamos sanos y salvos de nuevo a Nueva York.
Aquella noche en Nueva York, cogimos un autobús desde el aeropuerto hasta Central Station y allí Isa se puso a hacer fotos como una loca. Y luego nos fuimos al hotel, aunque por culpa mía, tardamos algo más de lo normal porque me equivoque de estación.
Ya en el hotel, los muy desgraciados nos volvieron a poner en una habitación que daba a la calle y esta vez, no había manera de apagar el radiador que no paraba de hacer ruido. Vamos, que casi no dormimos nada y al día siguiente nos tuvimos que levantar temprano para ir a Washington DC.
La liamos parda para que nos cambiasen de habitación y nos pusimos camino de la estación de Port Authority para coger nuestro autobús a la capital de los EEUU. El conductor era un tío gorrrdo, gorrrdo que parecía que iba a tener un ataque de corazón según hablaba, pero para fortuna nuestra no le paso nada y pudo llevarnos hasta la ciudad de Baltimore sin ningún problema.
Y digo Baltimore, porque era allí donde teníamos que cambiar de línea para finalmente llegar a Washington.
Del viaje en autobús recuerdo que había unos italianos que no paraban de hablar a gritos (típico de los transalpinos, por otra parte) y un señor que eructaba todo el rato. También había otro señor intentando ligar con una jovenzuela portorriqueña. Con cosas así, el viaje paso rápido.

En fin, este es el fin de la tercera parte de mi viaje. En el siguiente episodio hablare de Baltimore y  de todo lo que allí nos paso.